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La Literatura, ¿una cuestión de edad o de grado de alfabetización?

Por Edith Lascar



LA LITERATURA, ¿UNA CUESTION DE EDAD O DE GRADO DE ALFABETIZACION?

Prof. Edith Lascar

 

Recordemos que hubo un tiempo en que se abarcó con el nombre de Literatura infanto- juvenil, o bien con el de Literatura infantil y juvenil a la "literatura" destinada a los niños y a los adolescentes o jóvenes. Pero hoy cabe que admitamos la disolución de esa realidad literaria en dos grandes ámbitos: el propio de la infancia y el que ha ganado terreno como especifico de la juventud.

Hoy por hoy, ya nadie niega la existencia de la Literatura Infantil en el sentido de una literatura especifica para los niños, necesitada de mayor claridad y brevedad por razones evidentes, pero que por ser literatura cumple con las condiciones y reúne las características inherentes a este arte que trabaja con la palabra.

Pero cuando nos planteamos la posible existencia de una "literatura
juvenil", no debemos desconocer que su auge es la consecuencia de dos factores básicos. Uno, el deseo de los docentes por desarrollar o mantener unos auténticos hábitos lectores contando para ello con creaciones más adaptadas a los intereses y conocimientos de la realidad propios de la edad juvenil. Porque también en nuestro medio el modelo tradicional de escuela secundaria, justamente criticado por diversos motivos, sufre una doble erosión: por un lado una pedagogía de la técnica que sólo valora los estudios de inglés y computacion, en las escuelas para los sectores altos, por el otro lado, una pedagogía de la amabilidad que reduce el papel de la escuela a una guardería de adolescentes en la que los profesores "dialogan" con sus alumnos y les indican la realizacion de algun trabajo grupal sencillo, para los sectores sociales más bajos.

No faltan escuelas en las que ambas pedagogías se mezclan en distintas proporciones; inclusive hay ciertos elementos comunes como el uso y abuso de la fotocopia que sustituye al libro o a la tarea de copiar y que fomenta la mágica sensación de haber "aprehendido" lo fotocopiado. Se trata en definitiva de una concepción "amable" de la educacion, de una pedagogia "light".

La Literatura no podía permanecer al margen de esta concepcion "light"
de la ensenanza, de tal modo que surge una literatura hecha a medida del adolescente, la llamada "literatura juvenil", con temas como el amor, la guerra, los conflictos sociales, la relación con la autoridad, los enfrentamientos generacionales, la justicia, el desarraigo o la necesidad de los afectos, y que tienen por personajes a los mismos adolescentes, literatura que se justifica en el hecho de que "los jóvenes no leen" y que constituiría un intento por acercarlos a ella. Esto supone que los jovenes ya no podrían leer a los clásicos, ni a los contemporáneos y entonces se les enseña esta literatura prefabricada a medida para ellos. Esta propuesta significa, por una parte, la imposibilidad de leer textos producidos en otro momento histórico y, en consecuencia, la deshistorización de la práctica de la enseñanza de la literatura con el consecuente empobrecimiento de una pedagogía de la lectura en la escuela secundaria en la que no se problematiza la recepción de textos literarios. Por otra parte, esta "literatura juvenil", que vendría a ocupar el lugar del texto contemporáneo, supone una operación de descontextualización. Se trata de leer en la escuela textos que no se vinculan ni desde su escritura, ni desde su ámbito de producción con los textos de la literatura.

La justificacion siempre es la misma: llegar al adolescente, a cualquier precio. Pero a veces, el precio es la pérdida de sentido de la tarea. Por otra parte tampoco es seguro que se logre llegar al adolescente por estos medios.

Posiblemente se logre un impacto inicial, tal vez los alumnos califiquen de "re-piola" al profesor de literatura que en la primera clase diga que en lugar de estudiar a Cervantes o a Becquer, van a leer una novela titulada "Jóvenes y Enamorados", pero por este camino muy pronto los alumnos van a quejarse de que la historia, por ejemplo, no contiene sexo, o si lo tiene no lo hace suficientemente explícito.

Algo de esto último ha pasado con el empleo del video. Hace algunos
años se pensaba que el video era la gran maravilla para llegar al adolescente. Muchos profesores empezaron a hacer uso de videos en los establecimientos que poseían una videocasetera. Al principio los alumnos se entusiasmaban, al poco tiempo los videos les resultaban indiferentes, después comenzaron a aburrirse, reclamaron más acción y quisieron hacer "zapping", ahora están en la honda de la internet y el chateo. Es que correr tras los adolescentes no parece una solución para salvar la distancia con los mismos: son más veloces que los profesores.

El segundo de los factores, el mercado editorial, es sin duda el determinante del innegable auge de las colecciones dedicadas a la difusión de la denominada Literatura Juvenil. Los lectores entre los 12 y 16 años, que cursan el tercer ciclo de la Educación General Básica y el Polimodal, es un importante mercado con un cierto poder adquisitivo, aunque decreciente en nuestro país en los últimos años.

En este contexto es interesante observar que en las colecciones aludidas apenas se contempla la presencia de la poesía juvenil y lo mismo ocurre con las producciones dramáticas que carecen de una vitalidad semejante a la apreciable en la actual narrativa para los jóvenes. Tan rotundo predominio de la narrativa en las creaciones dedicadas de intención a un público juvenil conduce a que, cuando se plantea la posible existencia de este género, de sus límites y problematicas, en realidad nos estemos refiriendo a una narrativa al alcance de esa ambigua franja cronológica y psicológica de la adolescencia / juventud, y donde su rasgo más determinante no reside en la complejidad de la propia creación -que la diferenciaría de las dedicadas a la infancia, o en específicos rasgos estilísticos, sino en la temática planteada. El resultado de esa buscada,
y a veces forzada, adaptación temática a lo que se piensa puede gustar a los jóvenes es muchas veces el predominio de situaciones y comportamientos típicos en una parte considerable de estas creaciones dedicadas de intención a la juventud. Tanto es así que de nuevo podemos hablar de una narrativa absorbida por tales, destinatarios, narrativa "light", -para adaptarnos a los usos actuales- y de una narrativa penetrable, más enriquecedora, donde es difícil establecer una cierta diferenciación con aquella de auténtico carácter adulto. El gusto y la comprensión de la literatura pasa, a mi entender, no tanto por la edad de los lectores (15 años, 20, 45), como por los conocimientos lingüísticos textuales,
por los conocimientos enciclopédicos, por la historia de vida, por las lecturas que se han hecho. Y como dice Beatriz Sarlo:

"Las lecturas enfrentan límites definidos por lo que los lectores saben y pueden hacer con lo aprendido en otros lugares. Hay lectores que comienzan el recorrido por los libros, equipados con todo lo necesario; pero tambien hay lectores que no han recorrido otros paisajes ni han aprendido en ninguna parte cuáles son las estrategias para cazar sentidos en la red de los textos. Entonces, el ejercicio de la lectura remite a otros ejercicios: el de la diferencia social en los gustos y las habilidades. No hay una democracia de los textos donde todos somos iguales; por el contrario, hay clases de textos y clases de lectores donde la desigualdad ha plantado, de antemano, sus fronteras."

A partir de mi larga experiencia como docente de literatura de alumnos niños, adolescentes, jóvenes y adultos y también a partir de mi experiencia de vida, afirmo que si bien hay temas que pueden interesar más cuantitativamente a los jóvenes, estas temáticas no son excluyentes y, al igual que los adultos he observado a adolescentes apasionarse en la lectura de buenas obras literarias, no destinadas para ellos. Me pregunto, en nuestra Argentina de hoy ¿qué porcentaje habrá de adultos lectores de Literatura? La cuestión pasa entonces más que por la edad , por el conocimiento letrado que va a caballo de lo económico y social. Es decir, por el grado de alfabetización. Por eso más que preocuparnos por la "adecuación" de las creaciones literarias a la realidad tan compleja y cambiante de los lectores juveniles debiéramos hacerlo por una mejora cualitativa en los planteamientos generales para la relación del joven con la Literatura sin calificativos- en su marco social. Es un planteamiento donde el dominio del código escrito como fuente de información, de instrucción y de placer o desarrollo personal, ha de conjugarse con el dominio instrumental, y sobre todo con el ejercicio de la libertad del lector.

En conclusión, el acceso a la Literatura es consecuencia de un dominio
pleno de la lengua, dentro del correspondiente acceso a la cultura, y gracias al fomento de unos hábitos intelectuales, estéticos y lingüísticos. De ahí que defendamos el mejor aprovechamiento de la Literatura acorde con los intereses, necesidades y posibilidades de ese alumnado, potenciando el desarrollo y la instrucción personal, a través del conocimiento y del disfrute de las creaciones literarias, como receptores y como potenciales creadores.

Para ello los docentes tenemos que constituirnos en modelo de lector y conocedor de la literatura, en incitador al encuentro personal del alumno con la literatura, desarrollando en los adolescentes el tratamiento de la lectura como ejercicio de libertad y de reflexión crítica. Tenemos además que poseer un personal conocimiento de las creaciones al alcance de los alumnos, y no depender en exceso de las orientaciones editoriales, cargadas de buena ntención, pero de un indudable trasfondo económico.

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